RAMON MARRERO ARISTY Algo raro me sucede. No crei que una alegria como la que experiments al salir del despacho del manager, co- menzaria a desvanecerse tan pronto. Esta complete in- diferencia hacia mi, el silencio temeroso de los emplea- dos de aquella oficina, gentes que se mueven como som- bras, los dependientes hablando en voz baja y como temiendo constantemente una llamada del jefe, a quien tienen que obedecer sin errors y sin demora; todo eso me ha causado una desagradable impresi6n; me ha de- jado en una especie de vacio, con un presentimiento que no Ilego a definir. En cambio, icon cuAnta desenvoltura hacia sonar sus grandes botas el alemin! jQu6 duefio de si mismo el asis- tente o segundo manager/ Y el gran nortefio, en su es- pacioso escritorio, echado hacia atras en aquel c6modo sill6n, luciendo su gran boca de batracio y su vientre enorme, como un rey en su trono. Nunca olvidar6 a esos hombres que hablan fuerte y pisan como militares. Ni tampoco se me borrara la vision de aquellos empleadillos --encanecidos algunos, a pesar de ser j6venes -adosados a sus escritorios co- mo una maquinilla u otro instrument del servicio. El hambre y el ronquido mon6tono de la miquina me van adormeciendo, y lo que conozco de la gran com- pahia, pasa por mi mente como una cinta cinemato grifica... Veo al administrator en una especie de alcazar que le sirve de residencia, rosado, saludable, rodeado de unos veinticinco sirvientes, mirando abstraidamente el