OVER -Espere un momento-, dice nuevamente el asis- tente. A poco viene un aleman colorado como un tomate maduro a quien he oido lamar mister Baumer. No se por que su cara me recuerda la de un sAtiro. Me exami- na de una mirada y me lanza a quemarropa: -eUsted es el hombge? -Si senior. -Espera en aquel auto. Yo va en seguida. Se le nota que hace esfuerzos por evitar la g. Obe- dezco -no hago otra cosa desde que entree aqui-, y ya instalado en el vehiculo veo venir al teut6n seguido de otro empleado. Traen un maletin, una balanza y una cuerda para colgar dicho instrument, Ocupan el asiento delantero. El alemAn toma el volante. Resopla el motor mientras el autom6vil realize maniobras. Luego, se tien- de cal!e arriba, hacia el pueblo, tragando brisa. * La ciudad se ha quedado detris, Ilena de indiferen- cia. Cuando se vuelve la mirada, se ven las inmensas chimeneas elevAndose al cielo, como robando nubes. Frente a nosotros se arrastra la carretera gris, flexible y larga. A nuestros lados se fugan pafios de montes, potreros, bateyes diminutos que escapan miedosos, ca- iaverales, bueyes. Solo, en el asiento trasero, tirado come un fardo,ob- servo la nuca poderosa como de toro, del alemin que conduce la miquina. Ni una palabra, ni una mirada me ha dirigido. Comprendo al instant que se me Ileva alli como se lleva una cosa.