RAMON MARRERO ARISTY do explicarme lo ocurrido. iCuesta tanto trabajo obtener un empleo de 6stos! Y sin embargo a mi, en la form mis precipitada y extrafia, sin que yo mismo me enterase de que se me habia aceptado, al fin de un dialogo harto accidentado, a pesar de lo breve, acaban de recibirme como bodeguero del central. Tiemblo de alegria. Y no es para menos despu6s de s61o haber comido guineos el dia anterior y haber pasado la noche a la intemperie. Pellizcome muslos y manos para convencerme de que no sufro una pesadilla echado en el duro vag6n. Pe- ro no hay duda. Estoy despierto. Me indican que ocupe un escritorio. Un taquigrafo me ofrece un formulario en el cual se pregunta desde nombre del solicitante de empleo hasta cuales son sus ideas filos6ficas, pasando, desde luego, por aquello de si toma drogas, bebidas alcoh6licas, si es terrateniente, cual es su temperament, y si no me equivoco, tambi6n si el mortal que tenga la obligaci6n de contestar todo eso, alguna vez en la calle ha tropezado con un comunista. Lleno el formulario en el acto. Luego el taquigrafo me pregunta en voz baja: -dSabe usted que va a ganar ocho pesos semanales en una bodeguita de campo? No lo sabia, pero respond que si. -Entonces, fire aqul. Me extiende una hoja impress en ingl6s. Por algu- nas palabras que mal entiendo de ese idioma, me entered de que se trata de fianzarme, nada menos. Una com- pafiia de seguros de allende el mar, se hace responsa- ble de mi, sin yo conocerla... ly sin conocerme, es na- tural!