RAMON MARRERO ARISTY horrores de la progenitora del americano y de otros miembros de su familiar a quienes parecia conocer de viejo. Este desagradable recuerdo motive que diez o do- ce afios m&s tarde un hombre perdiera su empleo. Y como 6sta, y afn peores, del senior manager se cuentan muchas historians. * Veo una especie de fardo blanco que asoma su vo- lumen por aquella avenida. Mucho se parece a una per- sona, y siendo una persona, no se puede dudar de su identidad. Solo mi hombre tiene una fachada semejante. No me he equivocado. Es el senior manager que hoy ha querido hacer ejercicio y permiti6 que el ch6fer tra- jera el autom6vil sin su carga. Supongo que el vehiculo debe estar de plAcemes, y si Io viera, con todo y ser una mgquinn y aunque la gente pusiera en tela de juicio el equilibrio de mis facultades mentales, lo felicitaria sin- ceramente, porque ni a los hierros les debe ser grato echarse encima un volume como el de este senior. Acaba de entrar. Me doy algunos paseitos mirando los escaparates de la gran tienda en lo que el sujeto se des- poja de su americana y toma posesi6n de su asiento. Han pasado unos diez minutes y creo que es tiempo sobrado para haber realizado esa operaci6n. Me encamino a ia puerta de la oficina. Ya estoy frente al enorme senior. No ha levantado la vista, a pesar de que sabe que al- guien estA frente a 61; pero no hay que desanimarse, es su costumbre. Carraspeo un poco, y como no se da por enterado,