OVER cofre de su memorial para hurgar alli lo que debia res- ponder a su jefe; hasta que al fin, con la alegria refle)a- da en el rostro, como si hubiera hallado un caudal, con- test6: -Si, Mr. Robinson; cuando 61 era pequefio sirvi6 alli de mensajero. -iAh, ah! -exclarn6 el ventrudo rubido-. iBo- tando ese hombri seguido! Ese hombri una vez hacien- do para mi un cosa muy mala! iMuy mala! "El cosa muy mala" que el empleado haciendao pa- ra 6e" cuando niflo, fue lo siguiente: Como se ha dicho, el chicuelo era mensajero de la plant el6ctrica del pueblo. Mandado que fu6 a llevarle una nota al referido personaje con instrucciones de que esperase respuesta, el rapaz, que era bastante impa- ciente, se dirigi6 al sefor del gran escritorio: -Oiga, mister. Yo espero contestaci6n y hace me- dia hora que estoy aqui. Se volvi6 el, blanco y en tono despectivo exclam6: -iOh, machacho! IMi no hablando con gentes de tu tamafio! Fu6 aquello como acercar fuego a la p6lvora. Sinti6- se herido en su amor propio el pequeiio, y acto seguido le espet6 la siguiente andanada de palabras de su reper- torio: -iBlanco del diablo! iBarriga 'e pandero! Lo que ust6 busca e' que Ie saque a pedrA los quintales de bo- fliga que tiene en esa panza! El yanqui gritaba alarmado: -iOh, diablo, diablot iSacAndomi de aqui este diablo! Y el chicuelo, que sabia c6mo se cumplian las 6rde- nes de Mr. Robinson, puso pies en polvorosa diciendo