OVER Las aceras desunidas, estAn salpicadas de vecinos que en chanclos y en mangas de camisa, leen los peri6di- cos o comentan los chismes del dia despreocupadamente, a la crio!la usanza, mientras toman el fresco. Los mu- c hechs juegzn a la luz de las bombillas del alumbrado public. A Doco la arboleda del p-rque se destaca a mi vis- ta. Entre las ramas juguetesn Ics rayos de la luz el6c- trica. En los paseos se ven sefioritas vestidas lo mas elegantemente que les ha sido possible, luciendo sus en- cantcs a los hombres del pueblo. En alg~n banco, una parejita integrada por los indefectibles "61" y "ella", se enamoran como pichones. El, casi abrazindo1a, le mur- mura cosas al oido. Ella, le oye como en un 6xtasis y de rato en rato despierta riendo histbricamente. En otro banco, un grupo de contratistas, colonos y otros in- dividuos que viven del central, hablan de political in- ternacioral o criolla, de tonelad&s de caiia, precious del azrcar, del poder de sus equipos de trab.-io. integrados por bueyes. cerretas y hombres. Por alli, unos mucha- chos vociferan y corren detris de un loco mendigo. Suena mon6tonamente el timbre del cine que esta fren- te al parque. Las muchachas vestidas de seda, siguen su paseo con aspect de pavos reales. Algunos mocitos timidos, siguen tras ellas a una distancia que les deje entrever sus intenciones, sin ocasionar protests hip6- critas. Las hembras se solazan y sus carnes j6venes y m6rbidas tiemblan oprimidas por los cefiidos trajes. Yo, desde un banco los contemplo a todos, felices, despreocupados, seguros de que esta noche hallarin una buena cama donde dormir. Los veo. Ellos desfilan indiferentes ante mi, como si yo no existiera. De moment aparece una figure que me es cono-