RAMON MARRERO ARISTY Y comienza a desprenderlos del racimo. -Vayt- probandolo, -insinua. Me lanzo sobre ellos con tal avidez que me olvido de encubrir las apariencias y trag6 desesperadamente, como un -oco. -Dulces, vale Julio, dulces... -murmuro engu- Ilendo. A poco estoy lleno hasta la nuez. Ahora es lo serio. Tengo que similar. cQui hacer? Me he creado una molesta situaci6n. Pero logro domi- nar mis nervios y permanezco durante media hora co- mentando la sequoia o cualquier tonteria con el vale. Hasta que por fin Ilega el moment mas oportuno para partir. Entonces me pongo de pies, me lievo una mano al bolsillo y exclamo: -iAh! -y lo digo con aire de tonto-. Vale Julio olvid6 la cartera... iQue cosa! -No se apure. No se apure -corta mi noble amigo-. Me lo paga luego. Eso no vale nada. Y el buen hombre sonrie, sonrie. --Diab!os! ePor qu4 sonreira asi? dSabr el...? No es del todo impossible. Las cosas se comentan much en un pueblo. No puedo soportar esta idea y me march cuanto antes, verdaderamente avergonzado. La noche se me ha echado encima sin ninguna ce- remonia. Hay en las calls una profusion de vehiculos, gentes y polvo, que me hace dafio. Creo que en el Qni- co sitio donde se puede estar mrs c6modo es en el parque principal del pueblo y camino hacia alli.