RAMON MARRERO ARISTY mientras yo conversaba con sus padres exponiendoles mis sencillos planes de ayuda mutual. Ellos me presta- rian dinero, yo trabajaria y les pagaria sus haberes; luego yo quedaria solo, encarrilado, duefo de mi des- tino. Este sencillo plan revel6 unas cuantas arrugas en las caras de algunas sefioras esposas, y los demas... itan distraidos! Y luego. las frases de don tal o don cual: -"Joven, yo lo lamento, pero no me es possible; reconozco sus buenas cualidades, pero usted compren- dera... Yo no puedo arriesgarme... AdemAs.. .. Ya, cuando llegaban a esa parte, yo tenia el som- brero en las manos y me hallaba en disposici6n de mar- charme. ;Asi es la vida! En estos moments me hallo en la parte alta de la ciudad. Al fondo se ven las inmensas chimeneas de las factories del central azucarero. No despiden humo. Pa- rece que se caerin la una sobre la otra. Tan altas son que esta ilusi6n se produce constantemente. La arboleda cubre las viviendas de ensueifo del central. Alli mora gran n6mero de empleados que ante mi se presentan como los series mis felices de la tierra. Tienen esposas, hijitos. Son J6venes en su mayoria; vi- ven en esas casitas tan lindas, todas pintadas de un mismo color, con sus jardiniMos en frente, llenos de flo- res, de vida. iY con su pan tan a la mano! Rinden sus areas en los diversos departamentos de la compaiiia, y cuando terminan sus jornadas, vienen a sus casas, be-