Heme aqui en una calle de mi pueblo Por ella he transitado desde mi nifiez, y todo esto tan familiar, tan amable ordinariamente, de repente se me ha tornado extrafio. eExtrafio? He dicho bien. Todo ha cambiado para mi; y sin embargo, estas casas son las mismas de ayer, y las personas que ahora veo, las mismas que me ban visto crecer. He ahi al obeso senior AlmAnzar. Cuando yo naci era regidor del Ayuntamiento y anm lo es. Alli se abani- ca su brillantisima calva don Justo Morales, prestamis- ta durante toda su vida y president del Club; alcanzo a ver dormitando la siesta en la acera de su casa, sentado en c6moda mecedora, al ventrudo senior Salustio, siem- pre enfermo del higado y quejumbroso de su situaci6n. Yo me palpo y soy el mismo. Como el primer dia me sigo li]mando Daniel Compr6s, o mejor dicho: Daniel, que es como me Ilaman todos. Y sin embargo, he de reconocer que todo esto que me rodea, visto por mi a cada amanecer hasta hacerme hombre, se ha tornado hoy en algo que me repele; y una gran sensaci6n de soledad se ha aduefiado de todo mi ser. Es indudable, hoy no es ayer ni maiiana serA hoy. Esta 16gica sencilla, pero irrebatible e inmodificable existe, es palpable. Aqui estoy solo. INo lo puedo du- dar! ;No me lo justifican las iltimas palabras de mi padre? Lo dijo bien claro. Me parece oirlo. Lo oir6 siempre: -No deseo que turbes mAs mi paz. Molestas a mi