LOS LIBEOS 155 obra de Eichelbaum? Sus hroes son desmesurados, actan por fervor, nunca por inteligencia. En el mejor de los casos: ponen su inteli gencia al servicio de una pasin que los domina. Es evidente que cada dramaturgo alimenta su mito. ONeill rinde culto a su vio lencia, Lernomand a su sueo, Eichelbaum al coraje. Partiendo del guapo (o llegando a l, no importa) Eichelbaum sustenta una actitud de vida, un modo de ser entre los hombres. No se gana ni se pierde. Se juega en el conflicto. Sera pueril limitar a Eichelbaum a esta medida, a la estatura de Ecumnico. Pero no en vano crea el autor a su criatura. Se dira que cada dramaturgo tiene el personaje que merece. Y los personajes de Eichelbaum se agrandan por fervor, por exceso de vida. A veces es preciso reconocerlo uno deseara des cansar un poco, aflojar la tensin, tener un paso amable, como en un drama de Salacrou. Pocas veces Eichelbaum se lo permite. Hay mo mentos poticos (como en el Prlogo de Pjaro de Barro) instantes de gracia (en muchas escenas de Un Guapo del 900) hasta irona (recurdese la extravagante Mrs. Poopesco de Dos Brasas) y hasta momentos de comedia familiar en los dilogos de Eleuterio y sus tas (El Gato y su Selva). Pero todo esto apenas esbozado, apenas dicho, para desembocar, casi brutalmente, con el drama. No hay en esto censura. Todo lo contrario. Es su manera de decir, su manera de ser, de realizarse. Para explicarlo, nada mejor que estas palabras de Hebbel: Lo mismo que no se pide a las flores y a los rboles que sean de otro modo de lo que son, lo mismo es preciso que sienta uno que el poeta no ha podido dar otra forma a su obra. Y as es, en verdad. No podemos imaginar este teatro de otro modo. Su estructura corresponde a su germen. Podemos aceptarlo o no. Nunca modificarlo. Su fianza la garanta de su perennidad- est dada por el dolor de sus criaturas. III Para el lector de teatro (para ese espectador en potencia) las pginas de este libro de Eichelbaum han de ser de inters, o ms que eso: de fervor. Si el estilo es el hombre, dialogar con Eichelbaum a travs de su letra, de su palabra fcil y profunda. Ver el teatro a travs de esa palabra, un poco cadenciosa, que arrastra al lector hasta la consumacin de su aventura. Y, por fin, ver un hombre. Lo descubrir despus de leer cuatro de sus' obras. Digo que lo ver y es cierto. Porque Eichelbaum no disfraza su alma. Est all, vivin dose en cada uno de sus hombres. Ese es su valor, casi dira: su honestidad. Por ello, vale la pena y la alegra, su lectura. Anticipando el teatro, est un estudio de Bernardo Canal-Peijo que merece leerse. Sobre todo por la ubicacin pico-trascendente que el prologuista adjudica al teatro de Eichelbaum. Y por las reflexiones que la tica del coraje le sugiere. Oreo cumplir con un deber, al sealar este