150 VAVAB Mat mi viudez dice ella en el intenso y hermossimo monlogo final. A la semana de estar en esta casa se meti en mi pieza en mi vida y no se qued tranquilo hasta que cumpli su crimen. Yo vine de Rosario por consejo de mi fa milia, que se haba empeado en que saliera de all para ali viarme de mi prdida. Tambin mi familia tiene un poco de culpa en todo esto (est hablando en presencia del oficial de polica, despus de haber dado muerte a Carlos Mara). Me he cansado de decirles. Si vivo feliz. Me haban hecho el inmenso bien de no dejarme ver el cadver de mi esposo, que muri en un accidente. El lo pidi. Como no haba visto el cadver, no haba muerto para m. Porque la muerte es el cadver, seor. F.l viva en m. Lo vea a toda hora, movin dose a mi lado, con su mirada ms risuea que su sonrisa. Tena todas sus palabras en mis odos. Senta sobre mis hom bros su brazo cordial. Era feliz. Todo lo feliz que se puede ser con el alma presente de un hombre al que se ha querido como si l y yo hubiramos sido hijos recprocos. Ests adelga zando mucho, me deca todos los das. S, ya s. Todo adel gaza le deca yo. Vivir con el corazn alerta, adelgaza. Y me visitaban todos los das, como a una enferma. Un da re solv venir a Buenos Aires con la esperanza de vivir mejor mi dulce ensimismamiento, con la esperanza de defender me jor el espritu, vivo en m, de mi esposo. Y llegu a esta casa. Y me sent asediada por esa joven bestia, que no me di des canso en una solicitacin que me pareci ridicula, grotesca, inverosmil. Me aturdi, me llen la cabeza de palabras luju riosas. Me enturbi la mente, me ceg. De pronto, me sent estremecida bajo el soplido de ese bro suyo de cascos salvajes (Una pausa). Cuando recobr mi lucidez estaba como tatuada de sangre ignominiosa. Recin entonces sent el luto en mi cuerpo y en mi vida. Era la orfandad de mi viudez, la viuda de mi propia viudez violada y muerta. En vano apretaba mis prpados para reunirme con la imagen viva de mi marido; en vano ocultaba mi cabeza desesperadamente bajo la almoha da para recobrar su rostro absolutamente querido y absoluta mente necesario. No haba ms que sombras en el fondo de mis ojos. No hay ms que sombras en el fondo de mis ojos. Ha muerto mi viudez. Ha destruido el telar milagroso de mi fe-