JUDIO DEL NUEVO MUNDO 139 leerla, apelotonarla luego y arrojarla lejos, como para no en contrarla nunca ms. Una maana, ta Ester Jaie, cubierta la cabeza por un gran pauelo de seda para evitar que el sol le quemara el fino rostro blanco, lleg hasta el tinglado, de jando junto a la batea un bulto de ropa sucia que mam deba lavar. Ester Jaie se sent sobre un cajn, descansando un momento a la sombra del alero. En ese instante rod entre sus pies una de aquellas hojas manuscritas. Ella la tom entre sus dedos largos y plidos, la alz hasta frente a sus ojos y comenz a leerla con acento musical. Mam no entendi el recitado de Ester Jaie. Al terminar la lectura, ta le dijo con tristeza: -Bellos versos; te gustaran mucho si los comprendieras. Estn escritos en ruso. Puschkin no los hizo mejores. Y todas esas pginas que vuelan sobre el campo le pregunt mam son tambin versos como se? S, lo son; ahora nadie se interesa por ellos; nadie se preocupa por la poesa en esta pampa. Ester Jaie arrug el papel arrojndolo lejos; cay en un surco nuevo, rod un trecho y se detuvo junto a un terrn de brillante tierra negra. Esos versos volvi a preguntar mam fueron es critos por Elizer? Seguramente le gustaba leer y escribir como a su hijo. No, no son suyos; son versos de Gerson, mi hermano el poeta que muri en Rusia. Elizer guard los originales pen sando publicarlos. Muerto tambin l, se acab en nuestra casa el culto a lo bello. Slo pensamos en el pago de la hi poteca. Las hojas siguieron volando; volaron una a una; el viento las arrastr, sembrndolas entre los pastizales o en los surcos profundos. El sol, la lluvia, el roco, el polvo erosionado, los cascos de las cabalgaduras, las pezuas del ganado y las re petidas aradas, las fueron enterrando en el suelo de Entre Ros. All estn, en la tierra, semilla proftica de Israel en los campos verdes del Nuevo Mundo. LZARO L1ACHO