NOTAS INEDITAS DE DORA DYMANT 93 Y si uno deseaba realmente escucharla, si uno quera preguntarle nicamente lo que estaba en condiciones de contestar, Dora se volva entonces inagotable. Sobre esto, lo deca todo, nada agotara las cosas que vivi antao, sin comprenderlas. La ancdota que recordaba motivada por un llamado telefnico, el lugar de un mueble, una carta le haban parecido entonces un juego. "El juego y la exageracin del juego hacan integralmente parte de lo que l tena que decir y como yo jugaba realmente nunca saba si l jugaba a medias o si estaba serio. Ahora la ancdota evocada se cargaba de pronto de sentido, de una densidad de sentidos igual a la de una pgina escrita por Kafka. ¡Cmo quisi ramos repetir todos los relatos que Dora contaba! Todos contienen una parte de lo que Kafka quiso decir en su vida y en su obra. Todos revelan una faz de su verdad. He aqu dos que no encontr en el "Cuaderno de Dora pero que anot a medida que hablaba. La primera data de la poca en que conoci a Kafka y relata un hecho que retuvo celosamente a pesar de su insig nificancia aparente: "Yo era entonces cocinera en una colonia de vacaciones de nios judos, en Muritz, en la costa del Bltico. Desde haca algn tiempo encontraba a menudo, en la playa, un joven acompaado por una mujer y varios nios que cre suyos. Me impresion y me atrajo de pronto tan vivamente que no titube en seguirlo all donde poda. Pero yo lo crea casado y me desesperaba. Un da nos advirtieron que, por la noche, tendra lugar una cena un poco excepcional, en honor del Dr. Kafka. No conoca al Dr. Kafka, y por otra parte tena trabajo en la cocina. Lleg mientras preparaba la cena. Cuando entr en el comedor para sentarme con los dems, reconoc al joven de la playa y me invadi la alegra. Haba venido solo, no estaba, pues, casado. Los nios parecan muy intimidados por la presencia de este seor desconocido al que lla maban doctor y al que evidentemente importaba impresionar del mejor modo posible. Tiesos en sus sillas, preocupados por hacerse valer, inquie tos, asustados. Uno de ellos, sin duda el que tena ms miedo, se levant para ir a buscar un objeto que faltaba sobre la mesa y como sucede en tales casos, hizo un paso en falso y se cay. Las risas y las pullas estaban prontas a desencadenarse, tanto ms que los dems nios tambin estaban ms o menos paralizados por la turbacin. Pero antes que hubieran estallado las risas, antes que el nio fuera humillado pblicamente Kafka exclam vivamente, con tono admirativo: ¡Qu bien te has cado, y qu magnficamente te has le-