VALORACION DE KAFKA 77 Instruirse del elemento social que anima toda novela es tanto como acercarse a su fuente primera: motora, por as decirlo. Lo dems suele darse por aadidura, que en el fondo es implicancia. En el caso de Kafka es esto tanto ms cierto cuanto que el alcance metafsico de sus escritos surge de su fuerte apresamiento de las cosas, emerge de ellas como por saturacin: como si la materia de que estn hechas librara su secreto por el mero hecho del apremio implacable que les impone la observacin tenaz y exttica del autor. La meta fsica de Kafka es, pues, inmanente. Est, modestamente, ms ac de las cosas, en su implicancia cercana, cotidiana. Kafka nos las muestra de un modo que descubre su estado anterior, prstino y por eso su mundo pensemos en El Castillo nos parece un orbe decado, desvirtuado en una composicin rgida y grotesca, paralizado, en fin, en esa cosa que tambin es. Sin recurrir a interpretaciones demasiado ambiciosas pode mos reconocer en el creciente proceso de una forma de vida que tiende a la mecanizacin de todos sus resortes la causa prxima de un aislamiento que en la temtica de Kafka alcan za una trascendencia principal, tpica. Lo caracterstico de este aislamiento es, en la obra de Kafka, su carcter absurdo. Absurdo por banal, por gratuito. Porque las cosas pudieron ser muy bien de otra manera. Ningn rigor necesario parece imponerlas de este o de aquel modo. Kafka nos dice que si Jos K... se hubiera puesto a reir en el momento de su ins lito arresto es probable que sus guardianes hubieran hecho otro tanto. El episodio no habra pasado de la broma pesada en que, segn lo quiere el protagonista, consiste. Pero no su cede as. Y si no sucede es porque, nuevo Quijote, Jos K... se empea en poner a prueba las circunstancias mediante una conducta pasiva, casi cmplice de sus propios escollos, que las lleva a su consecuencia mxima y, por lo tanto, irrisoria. Y lo irrisorio es la incomunicacin. Entre Jos K.. y la auto ridad que lo condena, en El Proceso. Entre el agrimensor y el puesto que le espera, en El Castillo. Entre Karl Rossmann y el Bien supremo, en Amrica. Nada hay de irrisorio, claro est, en una Justicia, con sus magistrados y procedimientos, sus jerarquas. Lo hay, s, en la condena automtica del ino cente porque aqu los procedimientos, es decir, los mecanismos,