50 DAVAE pueblo judo, lucha que no pocas veces pareca intil. Y despus los largos aos de pesada responsabilidad al frente del movimiento nacio nalista. Cmo fueron estos aos saben slo aquellos que los pasaron en la proximidad del conductor. Haban aflorado a la superficie las fuerzas cruelmente hostiles, que tenan como nico propsito dar por tierra con nuestra ltima esperanza; y contra ellos se alzaba un pueblo dbil, despedazado. Cmo franquear la doble barrera, la de la indife rencia e impotencia de los judos, y la de la mala voluntad de los esta distas del mundo? Ascensos y descensos. Esperanzas de una nueva buena voluntad, una nueva coyuntura, una tensin que no cede, la conciencia de la amarga realidad, y finalmente el triunfo. Un triunfo que lleg cuando las fuerzas del conductor del pueblo lo haban abandonado ya, pero su espritu estaba lejos de haberse quebrantado. Nadie como l dentro de las filas sionistas conoca tan bien al pue blo judo; nadie analiz tan aguda y lcidamente sus fallas, pese a las cuales, crey firmemente en su capacidad. En uno de su mejores discur sos, pronunciado en Chemovitz hace 25 aos, defini de la siguiente ma nera la indiferencia entre l y Herzl: "Herzl lleg de Occidente; sus conceptos y su modo de pensar eran occidentales. Yo, lamentablemente, proceda de Lituania. Conoca demasiado al pueblo judo y el pueblo judo me conoca a m. Por eso me faltan las alas que Herzl sola des plegar. El haba surgido de un mundo desconocido para nosotros y nosotros nos hincamos ante el guila majestuoso que llegaba de las leja nas. Si Herzl hubiera procedido del "jeider, los judos no lo hubieran seguido. Su encanto consista, en su mayor parte, que estaba empapado del espritu occidental. En lo que a m respecta, deb primero adquirir esta cultura occidental, y ¡cunto esfuerzo me cost! Siempre tena presente a los judos y siempre trat de mantener bien alta la cabeza entre ellos. Esto me ense a recoger mis alas, aun cuando las sintiera a mis espaldas. Siempre permanec clavado en la tierra. Desde Lucerna a travs de Londres hasta la casa presidencial de Rejovot, hizo el camino de su vida sintiendo a sus espaldas a la aldea de Mtele. Aun cuando fustigaba al pueblo judo, aun cuando en un momento de amargura le grit: "Pueblo judo: dnde ests?, no abandon su fe en la capacidad y en el futuro de su pueblo. En uno de los momentos ms difciles de nuestra historia, cuando sus sueos estuvieron por demoronarse, tuvo coraje de levantarse y decir, sin que mediara el deseo de consolar, sino con la ms profunda fe: "Mu-