El Hogar de Weizmann En aquellos discursos que Weizmann calculaba haban de tener ms vasta repercusin, afrontaba con frecuencia su tema vital con un relato de su niez. No era el sentimiento el que impulsaba su brillante mentalidad al lejano pasado para citar el aforismo de un maestro cuya fama nunca fu ms all del Jeider o la Sinagoga. Ni tampoco por romanticismo volva el hombre de ciencia su recuerdo a Mtele, un pueblto ms en la regin pantanosa de Lituania. No era la devocin filial la que haca que el estadista se refiriese a su tmido y estudioso padre o recordase la filosofa casera de un to desdichado que arreglaba el mundo mientras sorba vaso tras vaso de t. Era una constante fuente de energas de races profundas, tena ces y vitales, una energa derivada de la sabidura terrena y el ins tinto sano fortificados por un vigoroso intelecto; la fuerza que ben deca a los Weizmann con una preciosa y saludable sntesis de judaismo y don de mundo dejando poco lugar para los complejos que restan tanta fortaleza y belleza a los judos. Hace unos aos, en su laboratorio de Rejovot, al referirse a su familia, el Dr. Weizmann me dijo: "La fuerza de los Weizmann reside en nuestro origen campesino. Era un comentario sorprendente de un hombre, aristcrata hasta la punta de los dedos, y que impresio naba al mundo tanto con su natural nobleza como con su elevada jerarqua intelectual. Pero lo comprend mejor cuando o decir a su madre la anciana teja en ese momento una bufanda para su hijo eminente estas pa labras: "De regreso a Mtele, cuando no haba ms que papas para comer nos las servamos con fina platera, en un hermoso mantel.