PERFIL DE PAIM WEIZMANN 33 por s una sntesis, judaica en su contenido, europea en su forma. En efecto, el problema de mayor envergadura a que han hecho frente los ms eminentes lderes sionistas de las dos ltimas generaciones ha sido el de sintetizar la tradicin juda en la ms profunda y amplia acepcin del trmino con la cultura europea. Mas ninguno, a mi ver, ha conseguido alcanzar en su propia per sona tan perfecta armona de estos dos universos, cual la que logr Jaim Weizmann. Jaim Weizmann fu ante todo y en todo un judo europeo; nacido en Mtele, y educado en Pinsk, fueron para l estos nombres como dos conceptos indelebles, dos elementos integrales de su conciencia hasta el momento postrero de su vida. Sus relaciones de familia fueron siempre tpicamente judas. Aunque no era religioso en el sentido estricto, formal de la palabra, se mantuvo siempre estrecha, inseparablemente ligado a la tradicin judaica. En tiempos de la blitz, en Londres, solia llevarse la Biblia al refugio y entregarse a su lectura durante horas. Y no era por supersticin: al enfrentarse el hombre con su destino, y quiz con la muerte, descubri Weizmann su amor por la Biblia, esa expresin mxima de la tradicin juda. Tambin en sus instintos era incuestionable lo judaico. Analista de inslita perspicacia, bien poda llamrselo sharif segn la tradicional costumbre del pueblo. Su pensamiento se mova en anttesis. En nin guna otra esfera de expresin intelectual era tan brillante como en la polmica. Or a Jaim Weizmann en un certamen de lgica espontnea, era un placer esttico inolvidable. Lo brillante de sus argumentos provena de muchas centurias de prctica talmdica y exegtica, el tpico mtodo judo de abordar y tratar problemas. El futuro historiador y bigrafo de Weizmann habr de consagrar un lugar considerable a sus chistes y su humor, que eran de lo ms castizo que entre nosotros ha surgido. Sin dejarse agobiar por lo que suceda alrededor suyo, beba sin cesar en el perenne manantial de irona brotado del saber y de la experiencia de un pueblo antiguo. Como de igual a igual trataba Weizmann con las celebridades del mundo. No le impresionaban ministros, generales o mariscales, ni tam poco la grandeza de las potencias poderosas. Determinaba su actitud el escepticismo de un pueblo acostumbrado a ver surgir y pasar imperios y dictadores, y que a todos ha sobrevivido. En ese sentido