30 DAVAS necia aferrado a su territorialismo. Cowen era muy honesto y dispuesto a ayudar, pero no se haca nada. Sokolow poda concentrarse ms en el frente interno; tena ms paciencia y mayor autoridad sobre los pro blemas judos. Los jvenes sionistas, especialmente los relacionados con la prensa, deban estar alerta y si era necesario dar ayuda tcnica. Estas eran en resumen sus enrgicas observaciones. Tena poco ms de cuarenta aos, pero emanaba el magnetismo de la juventud, de su ar diente mirada y su expresin fluida pero convincente. Modestamente me puse a su disposicin para cuanto necesitase, dentro de mi tiempo limitado. Acept y dijo que utilizara la oferta cuando lo necesitase agregando quejoso que no tena la menor ayuda tcnica en su trabajo. Aquel encuentro fu una experiencia singular. No obstante su impre cisin y a pesar de que no era completamente justificada la queja de la apata sionista, para quien llevaba latente la iniciativa, sus observa ciones, impulsadas por sagrada impaciencia, eran de inmensa impor tancia. Reconfortaba la moral sionista y el efecto inmediato sobre m fu la decisin, a pesar del temor al aburrimiento, de aceptar el cargo de miembro del consejo de la Federacin Sionista Inglesa. No le vi durante un tiempo despus de aquella entrevista, hasta que nos volvimos a encontrar en el hotel en que se alojaba Sokolow. Fu poco despus de la desdichada denuncia del sionismo por Sir Francis Montefiore, en la Sesin de la Junta de Delegados Judos Britnicos. Era una rara aberracin y fu un tremendo golpe para los presentes en aquella reunin, que eran en su mayora sionistas. Sir Francis haba sido presidente honorario de la Federacin Sionista desde la poca de Herzl; no era ms que una figura decorativa, pero el apellido Monte fiore era muy importante. El sentimiento antigermano prevaleciente en Gran Bretaa y explotado por cierta parte de la prensa, aterraba tanto a Sir Francis que perdi la serenidad y formul una declaracin per sonal de que no slo interrumpa sus relaciones con una organizacin fornea como el sionismo, sino que comprenda que el sionismo era esencialmente un instrumento del imperialismo alemn. Tal declara cin en pblico y ante la prensa fu considerada tan desastrosa que el presidente, Sir David Alexander, aunque violento opositor al sio nismo, se puso inmediatamente de pie y refut aquella afirmacin, observando que los sionistas ingleses son ciudadanos tan leales y pa triotas como los dems judos, negando que el sionismo al que se opona, tuviese vinculacin con el imperialismo germano.