EL EIDER DE UN MOVIMIENTO V DE UN PUEBLO 15 picacia de los hombres de accin mesurada, provocaba su ira. Se de cidi a apresurar el fin. Las divergencias alrededor de la meta final y los sistemas de tra bajo, fueron despedazados al chocar con la cruel realidad cuando subi al poder el mximo carnicero alemn y el mundo se convirti en una montaa sacudida por un terremoto. Los hombres bestias haban ex pedido su veredicto sobre el pueblo judo. Cuando Weizmann volvi a ocupar la presidencia despus de cuatro aos de alejamiento, ya se extenda la sombra de una guerra total sobre el mundo y en espe cial sobre el pueblo judo. Y no hubo de quien esperar compasin. La actividad del Dr. Weizmann choc con un grueso muro. Haban en durecido los corazones de los polticos. El Dr. Weizmann al mirar sus rostros comprendi el profundo cambio y se sinti acongojado por esa transformacin y por el soplo de helada indiferencia que proceda de ellos. Les habl a veces en tono de abierta recriminacin y siempre con amargura. Vi cmo sus hermanos eran pisoteados como objetos despreciables, no habiendo quin se acordase de sus derechos de hom bres, sin que nadie se estremeciese presintiendo lo que estaba por suceder. Poco despus se unieron finalmente los pueblos amantes de la li bertad para borrar el gobierno de la maldad y a sus secuaces. Un hlito de fe y de seguridad atraves de nuevo el mundo, hasta que lleg la paz codiciada. No obstante ello, cuando los ejrcitos aliados del Oriente y del Occidente marcharon al encuentro de la victoria, se olvidaron del pueblo que fu vctima del ataque mayor, y mostraron indiferencia por el destino de cientos de miles de nuestros hermanos que fueron conducidos como ganado para la matanza desde los cam pos de concentracin hacia las cmaras de gas. No les prestaron ayuda ni levantaron un dedo para salvarlos. Vieron a decenas de miles de judos escapar de manos de sus asesinos y les cerraron el camino de la salvacin, que conduca a Eretz Israel. Y pretendieron ocultar su rostro de aliado ms fiel inclusive hasta en la hora de festejar la victoria. En esos das de amargura, cuando todas las puertas del mundo se nos cerraban, nuestro pueblo moviliz todas sus fuerzas fsicas y morales para afrontar el combate decisivo. Los sucesos horren dos produjeron una transformacin en el alma de nuestros hermanos. El espritu de rebelda se apoder de ellos. Estaban resueltos a no mendigar ms compasin, a no someterse a quien les haba atacado. Haban derramado demasiado sangre y soportado demasiadas decep-