384 CUADERNO DE CULTURA caido; odio y desprecio que no le impedian pro- vocar, aceptar y publicar en el DMario de la Ha- bana las exposicicnes que gentes menguaais o presas de pavor le dirigian para sincerarse de los cargos que se le hack:n en cierta representa- cion estampada en Lct Abeja, de Madrid, el 2 de febrero de 1836. Pero en esa socielad abyec- ta e hip6crita habia encontrado el Aspero dicta- dor a un Labanero de voluntad en6rgica, de ta- lento penetrante y fle:eble, que no se dejaba imponer, que no se amedrentaba y que ro esta- ba dispuesto a tolera.r, mansa y humildemente, los arrebatos, los caprichos, los desdenes y los desaires del Proc6nsul: ese habanero era el con- de de Villanueva. No era Tac6n sujeto que pu- diese largo tiempo comprimir el profundo des- pecho, la ave rsi6n sin limites que le ispiraba todo el que hubiese nacido en Am6rica, como no le rindiese parias, a la manera de SuArez, con- virti.ndose en instrumento de despotismo y de brutales resolueones. En los primeros dias de su mando, puso empefio Tac6n en atraerse la voluntad de Maytinez de Pinillos; mostraba su deferencia al habanero, llam6ndole a descubrir el 24 de julio de 1834 la estatua de mirmol le- vantada a Fernando VII en la Plaza do Armas de La Habana, y, satisfaciendo al mismo tiempo sus odios implacables, por complacer al Conde, expuls6 al cubano que en aquellos dias represen- taba, digna y decorosamente, las aspiraciones de