XIII Al buen suceso de las libertades cubanas no quedaba mAs que un camino: la invasion del Ca- magtiey y de Las Villas. No fu6 6se, sin embar- go, el que tomaron el general Lorenzo y sus par- ciales. Grandes, sin duda, eran las fuerzas de que Tac6n disponia para hacer frente a los peligros que amagaban su posici6n: apoyAbanle los con- trabandistas de negros, la mayoria de los euro- peos y el grupo de hacendados cubanos que en el regimen constitucional veian una amenaza for- midable a la existencia misma de la esclavitud y, sobre todo, contaba con los recursos que el conde de Villanueva habria de proporcionarle. Considerada asi la situaci6n, el triunfo del Dic- tador era inevitable. Mas el estado de animos en- tre los cubanos reducidos a la *iste condici6n de siervos, sin haber siquiera pasado bajo el yugo de los vencidos despu6s de la gloriosa prueba de la protesta arimada, era en extremo favorable al movimiento que debia abrir a la Espaia eu- ropea una era de bienandanzas en que la liber- tad humana se conciliase con el orden de las sociedades cultas, reparasen la injusticia del an- tiguo regimen que habia condenado a Cuba a una servidumbre odiosa, que habia puesto la 339