304 CUADERNO DE CULTURA petables, que informara sobre los diferentes ra- mos en que la administraci6n estaba dividida, y sirviese al Capitdn General de cuerpo consultivo. Aunque el general Muro se mostr6 inclinado a seguir el parecer de don Francisco de Arango y del asesor Ilincheta, favorable a la creaci6n de la Junta, decidi6se al fin por mantener el statu quo, reconociendo la autoridad de la Suprema Junta de Sevilla, en vista de la resistericia vehe- mentisima que le hicieron los elementos oficia- les representados por el brigadier Montalvo y por el conde de Casa-Ba.rreto. Arango vi6 en la Junta el medio seguro de ilegar inmediatamente a la libertad de comercio con los pauses extranje- ros, mientras que Montalvo, Barreto, Roubaud y Villavicencio comprendian que esa corporaci6n t.raeria de manera inevitable la reforma de los exorbitantes gastos en los diferentes ramos de la administraci6n colonial. En esta pugna ar- diente de intereses -que no habia de tardar en reproducirse- lanz6se contra Arango la tremen- da acusaci6n de favorecer la independencia de Cuba. Conviene aqui fijar la atenci6n en un he- cho que parece insignificante: al frente de cada uno de los partidos se encontraba un cubano dis- tinguido: Montalvo contra Arango. Desbaratada la conspiraci6n de 1810, uno de sus jefes, el habanero don Jos6 Roman de la Luz SAnchez de Silvera, fu6 deportado a Espafia.