292 CUADERNO DE CULTURA la ib6rica, y cuya acci6n se advierte en las pos- tr:merias del siglo XIX, cuando se compara el estado de guerra, de conspiraci6n permanente y de escasa cultura de su pueblo con el de la agi- taci6n en que viven las kabylas de Marruecos, Argel y Tinez. Y esa f6.ymula de colonizaci6n aplicdbase a Cuba a poco de haber el general Mahy trazado estas palabras, en carta al Minis- tro de la Guerra: Es tan palpable la asistencia de la Divina Providencia en esta parte del globo, aue nor mis adicta que es a la ma- dre patria, con mayoria de noventa y cinco por ciento lo menos, se ve combatida por tantos enemigos de su felicidad, cuantas son las provincias disidentes que la inundan de emisarios predicadores de la independencia, que desgraciadamente encuentran alg6n eco en tanta variedad de sujetos de todas partes y entre algunos es- piritus inquietos. iOjali no hubiece sino cubanos! En tal caso, bien se podria responder, hasta con la vida, de la incontrastable adhesi6n al gobierno espafiol de esta isla. Natural era que surgiese en Cuba el espiritu de independencia; porque no es posible, en abso- luto, conseguir que todo un pueblo se preste a la obra inicua de su propia servidumbre, a true- que de la opulencia de un reducido nilmero de privilegiados. Espafia no supo comprender que la presi6n a que sometia a las clases inferiores ha- bia de provocar la yesistencia: prefirieron sus estadlstas el 6xito inmediato, la opulencia de los