III Bien pronto se disiparon los recelos de los oli- garcas en Cuba. El precio de su fidelidad a la metr6poli habia de ser la sistemaitica violaci6n del tratado con la Gran Bretafia para abolir el trifico de negros y la libertad de comerciar con pauses extranjeros. Con tal de en.riquecerse, la colonia lo aceptaba todo, desde el contrabando de negros, hasta la dictadura sin freno que ponia la vida y la honra del ciudadano al arbitrio irres- ponsable de un proc6nsul. Los proyectos de inva- si6n de las Reptiblicas de Colombia y de Mexico no habian de estrellarse precisamente en la po- litca del Gabinete de Washington, sino en la ac- titud de los colonos cubanos. Todas las conspira- clones, todos los esfuerzos por levantar a los blan- cos de Cuba tenian su origen en Colombia, en Mexico, en los Estados Unidos. Un puflado de patriotas, podia conspirar y conspiraba en Hol- guin, en Puerto Principe, en Matanzas y en La Habana; Bolivar, Sucre, y Pdez podian pyeparar una invasion formidable con los vencedores de Boyaca y de Carabobo; todo era en vano: Cuba 271