268 CUADERNO DE CULTURA consulares salieron a perseguir a los piratas, prestando notables servicios y al fin sucumbie- ron ante la formidable sospecha de ser peligrosa la existencia de buques aymados y sostenidos por una corporaci6n popular, como el Cpnsulado. Oligarcas que asi ocurrian a la defensa, en los momentos en que la impotente metr6poli no los protegia, estuvie.ron, sin embargo, a punto de trocar el entusiasmo fervoroso de adhesion, en hondo resentimlento el dia en que se recibi6 en La Habana el texto del tratado que con la Gran Bretafia se habia celebrado en Madrid el 23 de septiembre de 1817 para la abolici6n del trifico de negros (95). El amor a las riquezas materiales habiase con- vertido en pasi6n vehementisima. Tal parecia que el antiguo presidio, con intuici6n clarisima, reco- nocia que habia llegado el momento del desquite: habia vegetado lUnguidamente, en la pobreza, du- rante tres siglos, y ninguna ocasion mas pcopi- cia para imponer condiciones, que aqu6lla en que el coloso sre desmoronaba. No hubo, tal vez, quien mis hondamente penetrase en el coraz6n de Cu- ba en aquellos dias que el Padre Varela; con pers- picuo talento apreci6 las, aspiraciones de la oli- garquia que impe.raba en su patria. "En Cuba, decia en El Habanero, no hay amor a Espania, ni a Colombia, ni a M6xico, sino a las cajas de azii- (95) Diccionario, tomo IV, pigina 222.