186 CUADERNO DE CULTURA Santo Domingo una turba de empleados tan inep- tos como rapaces, y unas huestes que ni dominar pudieron el alzamiento de un pufiado de negros casi salvajes, mal aymados, abandonados y- solos en la lucha provocada por la soberbia, la torpe- za y la codicia de los que ilamados como protec- tores, no tardaron en mostrarse desdefiosos y fie- ros dominadores. En semejante situaci6n de animo, claro esta' que el emigrante espafiol en cualquier parte, pe- ro en Cuba especialmente, tiene por fuerza que ser un elemento de opresi6n, de desorden, y de empobrecimiento. Joven, soltero, devorado por la fiebre del dinero, aislado, completamente aisla- do de la sociedad cubana, sofiando, siempre so- fiando con el distante terrufio, Z qu6 interns ni qu6 afecciones pueden ligarle de un modo perma- nente a los intereses de un pals en que se con- sidera de paso; de un pals que, mas que una so- ciedad tranquila, pr6spera y culta, parece y es en puridad un enorme campamento? A C6mo ama- ra a la sociedad cubana, quien desde el dia que pone el pie en el muelle de La Habana, si no an- tes, s6lo escucha palabras de odio y de desprecio a cuanto trasciende a ideas y a costumbres crio- ilas? j Qu6 respeto a la propia reputaci6n podyi guardar quien repulsi6n, apartamiento u odio abrigue por unc raza degenerada y corrompida? Z C6mo el emigrante, a pesar de su absoluta ig- norancia de los mas elementales principios de