No hay labor mas penosa que la del publicista o del estadista en los pauses que a pesar de cierto grado de cultura que les permite reclamar un puesto en la comuni6n de los pueblos civilizados, viven, o han vivido largos afios sometidos a un regimen de explotaci6n codiciosa; porque, no pu- diendo la obra de la iniquidad consumarse, sin excitar el odio o el resentimiento de los oprimi- dos, no queda al gobernante otro recurso que aho- gar la manifestaci6n de toda queja -siquiera se formule en los terminos mas rendidos o servi- les-, y ocultar o desfigurar las noticias que pu- dieran contrariar las miras de una politica ins- pirada y movida por pasiones s6rdidas y bastar- das. La historia de Cuba comprueba la exactitud de estas observaciones: desde los tiempos en que la real orden de 28 de mayo de 1825 confiri6 al Capitin General todo el 1leno de las facultades que por las reales ordenanzas se conceden a lo3 gobernado.res de las plazas sitiadas, hasta la 6pc- ca que comienza en el convenio que puso termino a la guerra por la Independencia, la imprentas fu6 poderoso instrumento de opresi6n y de reba- 161