ECONOMIA Y CIVISMO 41 mis industriosos hijos; la nobleza, altiva y tur- bulenta, mostribase mis dispuesta a esgrimir sus armas en los campos de batalla que a pagar tri- buto al Rey; el clero, cada vez mas prepotente y fanitico, encendia y avivaba el fuego de las per- secuciones religiosas; y el obscuro, oprimido ple- beyo, el pechero, ansioso de romper los hierros del sefiorio, sentiase irresistiblemente atraido y seducido por las estrofas de la grandiosa, deslum- brante epopeya que con la punta de la espada esculpian, en las montafias y en los valles de Am6rica, aventureros audaces, transfoymados, cual por ensuefio, de la noche a la mafiana, de humildes porquerizos en virreyes de vastas y opu- lentas regiones. Carlos I y Felipe II fueron los reyes de un be- licoso pueblo de te6logos, que en la exaltaci6n de su sentimiento religioso, crey6se l1amado a ahoga.r la protesta del espiritu humano que, tras lento desarrollo secular, quebrantaba la dictadura tenebrosa de la Roma teocritica. Los vencedores del alrabe y del azteca bien podian en su inmenso orgullo, juzgarse capaces, si no para aspirar a la monarquia universal, al menos para debelar a hierro y a fuego, a los herejes alemanes y fla- mencos; contaban para esa obra ominosa que ha- bia de acabar en desastres incomparables y en honda miseria, con el valor de sus legiones victo- riosas, con las hogueras del Santo Oficio y con