48 DIARIO DE SESIONES DE LA CONVBNCION CONSTITUYENTE esfuerzo necesitan estimulo, si tenemos en cuenta que toda obligaei6n y todo trabajo requiere un aliento, pide una satisfacci6n, ver6is, recorriendo conmigo la Historia, que hasta el mismo preclaro hombre sencillo, en la dulce sencillez de su talento y su grandeza, recogia de las auras populares aplausos numerosos y rotundos por aquellas sus arengaz, por aquellas sus palabras, por aquel su cumplimiento del deber que obliga a tributarse a los que, recorriendo el mundo, se sacrificaron por su Patria, y por la libertad de los hombres; que ese mismo Apostol que nosotros veneramos hoy, estd recogiendo de la posteridad el premio que mereei6 aquel cumplimiento alto de los deberes ciudadanos, y que todos los quo trabajan y los que laboran en la tierra, todos los que luehan y combaten en los reduetos de las obligaciones y del 'deber, se sienten, a trav~s de sus horas de desesperanza, de infortunio y de derrota, neoesitados de un estfmulo, de un aplauso, de una fuerza, de un aliento, para seguir luehando por los nobles ideales que so propusieron alcanzar. 6,Por qu6 habiamos de negar a nuestro compatriota, a nuestro hermano, al gobernante ilustre, al eumplidor de sus deberes, este homenaje que el pueblo cubano, representado en esta Asamblea, quiere rendirle en estos instantes? Por eso solicito do la Asamblea que, integramente, y por unanimidad, apruebe tan justa y acertada petiei6n. Tres grandes entidades de Cuba, que tienen un mismo origen popular, comparten, para hoy y para cl future, todas, absolutamente todas las responsabilidades de esa obra magna que acabamos de realizar: El Ejecutivo de la Naci6n, el Poder Legislative de la Rep-dbliea, y la Convenci6n Constituyente. El Congreso y nosotros, marchamos de brazo, hermanados, confundidos, estrechamente aliados, ahora y luego, en las consecuenclas ben6ficas que nuestros aciertos traigan al presente o en los perjuicios ique nuestras equivocaciones produzean para el futuro. Y lo comparte el Ejecutivo, cuya participaci6n on esta obra fu la primera, y consiste, seg'In ya lo han repetido aquf elocuentes oradores, en haber hecho posible, con su politica previsora, con su talento y con su experiencia, que todas las fuerzas do esa politica antag-6niea, enardecida, y que ya han calificado algunos de nefasta, se unieran en estreeho abrazo, se identificaran en una misma idea y'en una sola aspiraci6n para hacer realidad tangible lo que era un anhebo, lo que era un ideal, lo que era, desde hace aios, una constante aspiraei6n del pueblo cubano: la Reforma de su Constituci6n. La Constituyente, ahora, en estos instantes en que va a elausurar sus sesiones, en que va a dar por terminada su funci6n delicada y exeelsa, recoje, co- mo en un prineipio de equidad y de justicia, el recuerdo de todo lo que ese hombre ha realizado desde las alturas del Poder, en beneficio de la Rep-blica, y dAndole forna de homenaje, le otorga el titulo de ciudadano ilustre y ejemplar de la Naci6n. Cuando easi todos los Munieipios de la Repiblica, disputAndoselo en un ejemplar acto de justicia y de reverencia al eumplimiento de altisimos deberes, le han conferido al ilustre General Machado el titulo de hijo adoptivo de aquellos t6rminos, la Convenei6n Constituyente, el pueblo de Cuba soberano, representado en esta Asamblea, no puede menos que otorgarle este otro titulo a quien ha sabido mantenerlo, conservarlo y hacerse digno de 61i conquistando, por sus merecimientos, la consideraci6n, el respeto y el carifto de sus conciudadanos. Perdonadme si a hora. tan avanzada de la noche distraigo vuestra atenci6n y reclamo, ya que sois tan bendvolos, que sig~is otorgando un poco de esa generosa benevoleneia para algunas palabras que me 'parece oportuno decir en estos instantes. La Convcnci6n Constituyente ha cumplido su misi6n y cree haber eumplido su deber. Toca a la posteridad juzgar su obra, y debo confesar, en estos instantes solemnes, que estoy satisfeeho de haber formado parte, con tan ilustres compafieros, de esta Convenei6n, como Delegado por Oriente. Cuando allA, a un apartado rinc6n de la Provineia Oriental, de aquella abrupta regi6n, en donde son ms altas las palmas y las rebeldias mAs fecundas, legaron los ecos do esta Convenei6n que habia de reformar la Carta Fundamental de mi Patria, oi, estremecido, convulso y abrumado, que mi nombre se barajaba por el pueblo entre los probables Delegados a la Constituyente. Un temor rec6ndito se apoder6 de mi s6r, y una duda asalt6 mi mente: b esta Convenei~n habia de ser igual a la Convenei6n Constituyente de 1900; los hombres que iban a integrarla, inspirados on las altas miAximas de libertad y de independencia, firmes en los prop6sitos de hacer la ventura de la Patria; la Convenci6n iba a mantener la soberania absoluta para sus determinaciones? Los que resultaran Delegados iban a hallarse en condiciones an'logas a las en que se hallaron aquellos preclaros varones de 1900? La situaci6n politica del pais era dntica, a la situaei6n por quo atravesaba la Repiiblica en 1900? Confieso que todas estas preguntas, surgidas de lo hondo de mi espiritu, se elaboraron nartillando mis sienes y quedaron sin respuesta allh en el fondo de la regi6n Oriental. Pero llegu6 por fin a la Convenei6n y, henchido de gozo, lReno de satisfacei~n inmensa, eontempl6 el espeetculo maravilloso que ofrecia mi pueblo ele-